sábado, 10 de septiembre de 2016

Mi (casi) primera punción lumbar.

BASADO EN HECHOS REALES

Con el fin de evitar posibles acciones legales la identidad de los personajes que aparecen ha sido modificada. Salvo la mía. De momento no tengo intención de denunciarme.

La presente historia se desarrolla a mediados de los ochenta, en una sala de urgencias de cualquier hospital comarcal de la Catalunya industrial (de aquella época) apuntalada por columnas metálicas debido al devastador efecto que las termitas habían ejercido sobre las originales de madera.

Mati siempre fue una de mis adjuntas de guardia favoritas en mi etapa de residente. Era, y lo sigue siendo porqué tuve oportunidad de conversar con ella hace unos meses, simpática, afable y divertida. La única persona que por tal de mantener su dieta mediterránea era capaz de salir de la guardia a la calle a comprarse los ingredientes necesarios. No era una dieta mediterránea habitual, era la versión francesa: se pasaba el día comiendo cruasanes de chocolate.

Pero si algo nos empujaba a los residentes a querer hacer guardias con Mati no era su arrolladora personalidad, ni su generosidad para con nosotros cuando volvía de la pastelería, era su predisposición total a enseñarnos cualquier procedimiento nuevo a los residentes. A lo mejor –no voy a entrar a discutir este aspecto- por ser ella la adjunta más joven y yo el R1 coincidimos en muchas guardias de viernes…

Una de esas tardes de viernes teníamos en un box un niño de unos siete años con una sospecha de meningitis: fiebre, mal estado general, vómitos, Kerning y Brudzinki positivos, hemograma compatible… En fin, lo que vendría a ser una meningitis de libro (de pediatría).

-          ¿Te atreves con la punción lumbar? Dijo Mati con esos ojillos brillantes clavados en mi ser que se estaba temiendo la pregunta.

-          ¡Claro! Respondí inmediatamente cual R1 con ansias de aprender.

Todo estaba preparado: Pedro el más grande, que no mayor de nuestros residentes, aguantaba al niño, sus 1,92 metros daban para eso y para mucho más. Mati, después de haberle dado un repaso al procedimiento,  se mantenía apartada, contemplando la situación desde una distancia suficientemente prudente como para no echar el aliento en el cogote de ninguno de los tres, dispuesta a recoger las muestras llegado el momento.

Y ahí estoy yo. Busco el espacio entre las apófisis de las vértebras, lo marco suavemente con una presión de la uña.  Saco la aguja de su funda. Le quito el capuchón y empleo el dedo pulgar de la mano izquierda a modo de guía para empezar a penetrar con la aguja por el lugar marcado. Todo perfecto, sin fisuras, como si lo hubiera hecho miles de veces. De haber estado en una película del Doctor Gannon, sin ninguna duda este hubiera sido el momento en que cualquier bellezón puesto a enfermera me hubiera secado el sudor de la frente. No era el caso…  El caso era que la aguja no entraba, se incurvaba respondiendo a mi presión sin atravesar ni un ápice la piel del niño. Cuanto más presionaba yo más se incurvaba la aguja, una y otra vez…

Viendo la tardanza y que la cantidad de sudor en mi frente iba creciendo de manera proporcional a ella Mati decidió dar un par de pasos hacia mí, mientras preguntaba, como quién no quiere la cosa: ¿No estarás pinchando hueso?*

*NdR: Pinchar hueso es, textualmente, eso. Si determinas  mal la zona a puncionar pinchas en alguna zona de la vértebra y, evidentemente, la aguja no progresa. Es uno de los errores más frecuentes en las punciones de los novatos.

- No, no, no es eso –dije mientras ella llegaba a colocarse a mi lado- es que ni tan solo atravieso la piel.  Lo siguiente que vi fueron las lágrimas que le saltaban de pura risa… Tuvo que respirar varias veces antes de haber tomado el resuello suficiente como para decirme que en lugar de haber sacado del capuchón la aguja había tomado el fiador que estas llevan en su interior para evitar que se obstruyan ar ir atravesando los diversos tejidos. Evidentemente eso es tan sumamente fino que se dobla con la más mínima presión.

En fin… nobody is perfect.

Moraleja: No hay mejor teoría que diez prácticas.

En mi segunda punción lumbar coincidimos los mismos  protagonistas. Era un niño más pequeño, cuando lo empecé a pinchar saltó de la camilla, estábamos los tres tan pendientes del procedimiento y de cómo tomaba yo la aguja que Pedro olvidó agarrarlo. Por suerte lo pescó al vuelo y la cosa no tuvo más consecuencias. Pero eso ya es otra historia.


Steely Dan - Do it again

Para saber más:

¿Se realiza correctamente la punción lumbar en pediatría? Revisión de las recomendaciones actuales y análisis de la realidad en: http://www.analesdepediatria.org/es/se-realiza-correctamente-puncion-lumbar/articulo/S1695403312000604/





2 comentarios:

  1. Ja, Ja!!!!: He reconegut a Pedrooo!!
    Quins anys mes feliços

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  2. La "Mati" tampoc és massa difícil d'esbrinar qui és. Jajaja!
    Certament! Allò era un equip. Una abraçada!

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